Por Fermín de la Calle (AS).Mi post de hoy es más analítico, de esos que gustan a los puristas que tuercen el morro cuando propongo un debate sobre el mejor jugador de todos los tiempos. Analizando el transcurso del Mundial creo que se puede decir que estamos ante una edición en la que los flankers se han hecho con el protagonismo que en otros tiempos correspondía a alas y aperturas. Mucho de ello tiene que ver con el carácter defensivo que está adquiriendo este rugby moderno. Se potencia la defensa, lo que queda perfectamente retratado al ver los cuatro semifinalistas: Inglaterra, la Francia de Laporte, Argentina (corazón y tackle) y Suráfrica, la más ofensiva.
Ha sido un Mundial en el que las defensas han triunfado, lo que ha otorgado más protagonismo a los terceras. Al estar más marcados los aperturas (flojitos en esta edición, quitando a Wilko y Little) los medio melés han asumido el papel de surtidores de juego (el fijiano, Pichot y especialmente Du Preez, ejemplifican esta teoría). Esto ha provocado que se hayan apoyado mucho más en gente de la tercera que en los alas, que estaban lejos y vigilados. Así flankers (y algún octavo) como McCaw, Dusatoir, Maka, Taylor, Roussouw, Longo, o Corry se han animado a participar en el off load con resultados altamente satisfactorios ofensivamente hablando. Asímismo, los flankers han triunfado en su cometido defensivo sobre los alas, destacando gente como Collins, los surafricanos Burguer y Smit, Betsen, Ostiglia...De hecho, en la línea de tres cuartos los grandes triunfadores han resultados ser los potentes los centros en lugar de los desequilibrantes alas. Ahí están McAllister, Felipe Contepomi, Steyn y Fourie, Jauzion o el veterano Catt, apurando mucho. Los alas han destacado en casos contados: Habana, Borges, algún polinesio y los zagueros Corleto y Latham. Tampoco ha sido un Mundial en el que se haya trabajado bien el line-out, salvando el caso de Suráfrica y quizás Inglaterra en las eliminatorias. Un Mundial de riñones, partidos tensos y trabados, con mucho set-piece y papel decisivo de los pateadores, siendo los tres mejores: Montgomery, Wilkinson y Paterson. Hernández ha ofrecido una exhibición de patada dinámica, en juego, y nos hemos quedado con las ganas de ver a Carter y a un Steyn más atrevido.
Dicho todo esto, servidor encantado de apreciar la calidad técnica de melés como la surafricana en la touch con Vickerman y Matfield, del poderío de la primera australiana, del off load de la tercera neozelandesa o del sentido grupal de la argentina. Espectacular como corrigen los springboks defensivamente con su tercera o como ha crecido la Inglaterra a la par que lo hacían Shaw y Kay en su segunda. Un rugby en el que los detalles deciden los partidos, la técnica gana pulgadas y en el que la tradición gana tiempo y espacio. Ver a Wilkinson acudiendo a limpiar los rucks y a los argentinos robar bolas en el breakdown compensa otras decepciones como el déficit histórico de la touch argentina que obliga a Hernández a dejar la bola en el campo, o la descoordinación de Gomarsall con su maul. Mucho pick and go. Delicioso el esocés, ultrasónico el neozelandés, terco el inglés y arollador el surafricano. Cosecha, en definitiva, rica en flankers y octavos. Y pobre en alas y aperturas... ¿Cómo lo ven? .