El Rugby en la Encrucijada
Estamos en vísperas de una nueva asamblea de la Federación Española de Rugby. Puede que sea una asamblea que concluya una temporada convulsa o, por el contrario, puede ser una asamblea de esperanza para nuestro deporte.
Muchas cosas han ocurrido en este intenso año donde, principalmente, se han concretado dos realidades:
La primera, la existencia de dos conceptos diferentes de la organización del alto nivel del rugby, lícitos los dos, por supuesto. Pero quizás uno de ellos, el clásico, alejado de la realidad social y deportiva de nuestro deporte. El otro, el innovador, apostando por algo tan “irreverente” en el deporte como es el unir a los “santuarios” deportivos, los clubes, para crear algo con más fuerza y proyección.
La segunda, la aparición de una liga que conduce al profesionalismo, cerrada -¡qué irreverencia!- y que, hoy por hoy, podemos decir que es una realidad y ha demostrado sus potencialidades.
Ante estas dos cuestiones objetivas se huele la antedicha asamblea, donde una de las cuestiones fundamentales va a ser la aprobación de un calendario que va a tornarse en fundamental.
Han sido muchos los dimes y diretes, las idas y venidas, así como los intentos de acuerdos y, seguramente tanto como ellos, la vuelta a los supuestos iniciales.
Pero la realidad es muy competitiva. Si la estructura sigue siendo la misma y se trata de mantener todos los intereses según nuestras costumbres, las fechas matemáticamente no dan. O mejor dicho sí dan, si no pensamos en que determinados jugadores acaban la temporada con más de 40 partidos a sus espaldas, o mejor dicho sobre sus lomos, según el trato que los que nos dedicamos a pensar sobre esto les damos.
Si queremos tener un rugby de futuro, no olvidemos que lo construimos todos, también los jugadores. Debemos de pensar en ellos, en su evolución y longevidad deportiva. Al fin y al cabo, ellos, y antes nosotros, hacen grande este deporte.
La asamblea actual tiene la organización que tiene, y es la que según nuestra organización decide sobre lo divino y lo humano en nuestro deporte.
Pienso que su responsabilidad debe aflorar ante una tesitura tan crucial como la actual, ya que todos amamos el rugby y éste está por encima de personalismos mal entendidos.
Evitemos la tanganas intelectuales, generalmente originadas por interpretaciones personalistas del rugby y, a cambio observemos lo que ocurre fuera de nuestro rugby velando por la integridad, longevidad y desarrollo de nuestros jugadores.
Kote Olaizola
Presidente de Basque Korsarioak
Estamos en vísperas de una nueva asamblea de la Federación Española de Rugby. Puede que sea una asamblea que concluya una temporada convulsa o, por el contrario, puede ser una asamblea de esperanza para nuestro deporte.
Muchas cosas han ocurrido en este intenso año donde, principalmente, se han concretado dos realidades:
La primera, la existencia de dos conceptos diferentes de la organización del alto nivel del rugby, lícitos los dos, por supuesto. Pero quizás uno de ellos, el clásico, alejado de la realidad social y deportiva de nuestro deporte. El otro, el innovador, apostando por algo tan “irreverente” en el deporte como es el unir a los “santuarios” deportivos, los clubes, para crear algo con más fuerza y proyección.
La segunda, la aparición de una liga que conduce al profesionalismo, cerrada -¡qué irreverencia!- y que, hoy por hoy, podemos decir que es una realidad y ha demostrado sus potencialidades.
Ante estas dos cuestiones objetivas se huele la antedicha asamblea, donde una de las cuestiones fundamentales va a ser la aprobación de un calendario que va a tornarse en fundamental.
Han sido muchos los dimes y diretes, las idas y venidas, así como los intentos de acuerdos y, seguramente tanto como ellos, la vuelta a los supuestos iniciales.
Pero la realidad es muy competitiva. Si la estructura sigue siendo la misma y se trata de mantener todos los intereses según nuestras costumbres, las fechas matemáticamente no dan. O mejor dicho sí dan, si no pensamos en que determinados jugadores acaban la temporada con más de 40 partidos a sus espaldas, o mejor dicho sobre sus lomos, según el trato que los que nos dedicamos a pensar sobre esto les damos.
Si queremos tener un rugby de futuro, no olvidemos que lo construimos todos, también los jugadores. Debemos de pensar en ellos, en su evolución y longevidad deportiva. Al fin y al cabo, ellos, y antes nosotros, hacen grande este deporte.
La asamblea actual tiene la organización que tiene, y es la que según nuestra organización decide sobre lo divino y lo humano en nuestro deporte.
Pienso que su responsabilidad debe aflorar ante una tesitura tan crucial como la actual, ya que todos amamos el rugby y éste está por encima de personalismos mal entendidos.
Evitemos la tanganas intelectuales, generalmente originadas por interpretaciones personalistas del rugby y, a cambio observemos lo que ocurre fuera de nuestro rugby velando por la integridad, longevidad y desarrollo de nuestros jugadores.
Kote Olaizola
Presidente de Basque Korsarioak
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