Este año lleva camino de ser el más importante en la vida del jugador de Rugby pontés Pablo Enríquez. A su casi inmediata paternidad hay que unirle, en lo deportivo, el recién conseguido título de la Liga Superibérica, la oferta de incorporarse para el año que viene la División de Honor nacional y la internacionalidad con la Selección española. La justa recompensa del rugby para todo un trotamundos de la disciplina.
Con 30 años, el pontés Pablo Enríquez, Chucky, está recogiendo los réditos que el rugby le debía después de una vida dedicada a este deporte. La pasada semana se convertía en el jugador que decidió la I Liga Superibérica, primera competición profesional que se disputa de este deporte en España. Chucky marcaba, en el último minuto del partido, el ensayo que les dio la victoria en esta edición inaugural a los Gatos, la franquicia que representaba al Rugby madrileño. “Es una anécdota que me haya tocado a mi marcarlo, pero fue un justo premio al trabajo que hicimos como equipo -comentó el jugador-. Y también de modo individual venía a premiar los sacrificios que hubo que asumir para llegar a esta final e imponerse a los buenos equipos que se juntaron”. Chucky reconoce que “tal como fue, en el último minuto y delante de nuestra afición, era todo lo que podía pedir”.
Antes de llegar hasta aquí, el jugador, actualmente en el Alcobendas Mercedes Benz de Madrid, fue un “trotamundos” del deporte oval, aunque sus primeros pasos fueron en casa, formándose en el Fendetestas, donde estuvo en las categorías de base, hasta llegar, aún juvenil, a la primera plantilla. “Empecé con doce años -comenta-, y muy joven jugué a los cadetes, en un equipo en el que disfruté mucho con un grupo en el que crecimos juntos. Después llegaron años más duros, de jugar contra gente muy curtida, pero todo eso me ayudó a formarme como jugador, además de la experiencia, y el ritmo de competición ya me lo dio pasar por equipos de categorías superiores”. Sobre la escuadra pontesa asegura que “me dio una oportunidad que pocos tenían, que fue la de competir aún muy joven. Llegué a todas las categorías de la selección gallega, y pude enfrentarme a los mejores”.
Y es que Pablo recaló, más tarde, en el CRAT de A Coruña, Oviedo, Salamanca, volvió a la ciudad vecina, en División de Honor B, y después jugó en Vigo. Ahora viene de cumplir su primera temporada en el Alcobendas, con el que, en su primer año, quedó a un paso del ascenso a la División de Honor. La máxima categoría la tiene ahora ya a las puertas: “Tenía ofertas para jugar en la División de Honor, y especialmente importante era la del campeón de liga, el CRC, pero quería ver que me podía ofrecer definitivamente mi actual equipo”. Sobre este retraso, explica Chucky que “estoy a punto de ser padre y por eso lo más importante no es lo que me vayan a pagar, sino buscar las mejores condiciones, porque este deporte tienes que compaginarlo con otro trabajo. De momento sé que quiero quedarme en Madrid, porque aquí tengo mi trabajo, y tomaré la decisión enseguida porque no quiero encontrarme con plantillas cerradas”.
Por el momento, el pontés se inclina más hacia renovar en el Alcobendas, “si se confirma que tendremos un proyecto para ascender, y en esto pesa mucho que este club me aporta cosas más importantes que los aspectos económico o deportivo”.
El interés de los mejores equipos por Chucky no es ajeno a su espectacular papel en la Liga Superibérica, una competición que este año puso en marcha el canal de televisión Canal + por el sistema de franquicias y en la que compartió equipo con la base de la selección española rindiendo a un gran nivel. Fue el jugador que más minutos acumuló, y el que más ensayos alcanzó del combinado campeón.
La presencia en la Selección no le es nueva: “Este año me salió toda a pedir de boca, y el colofón fue la participación con la selección española en el Circuito Europeo de Seven. Estuve jugando en un estadio mítico, como Murrayfield -Escocia-, y contra algunos de los mejores jugadores del mundo. Fue una experiencia espectacular”.
Pablo Enríquez puede no tener claro cual va a ser su futuro inmediato, pero donde no tiene ninguna duda es en el destino final de esta carrera deportiva: “Lo de vivir en Madrid es algo obligado porque tengo allí mi trabajo, pero en uno o dos años volveré a Galicia, y será volver a la casa, por lo que mi objetivo es volver a jugar aquí. Aún me queda una deuda cuando me retire de la alta competición, y es que, antes de retirarme, quiero volver vestir la camiseta verde -la del Fendetestas-. En As Pontes me crié de niño y me crié deportivamente. Allí aún tengo muchos amigos y volveré algún día”.
Para ese día ya podrá compartir juegos en los campos gallegos con Antía, que a final de este mes vendrá al mundo. Ese sí fue, sin duda, su mejor ensayo, y del que más orgulloso está.
Fuente: Diario de Ferrol